Todos tuvimos que convencernos de hacerlo. La carne humana no es desagradable al gusto. Todo está en la mente.
Cuando dí la primer mordida, mis dientes se undieron lento como si entraran en una esponja mojada. El escurrimiento cayó dentro de mi boca y escurrió un poco. Todos me miraban.
La saliva me brotaba a chorros y me hacía tragarla de a poco hasta que el sabor me invadió. La grasa como en cualquier alimento es parte importante en el gusto. Hace que la lengua se regodee y apriete contra el paladar, deándolo sólo para bajar y levantar más grasa desde la quijada.
La sangre también es importante en el sabor, le da ese toque un tanto metálico que viaja por la gtarganta a contra gradiente para liberarse por la nariz.
Cuando abrí los ojos todos me miraban atónitos. Estaba disfrutando la comida con gran placer. Despues el siguiente se animó y tomó un trozo del brazo. Así pudimos esperar hasta el rescate.
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