Cuando la primer lágrima corrió por su mejilla, habia todo comenzado.
Sus brazos la redeaban completa y la tenían para él.
Ella era una muñeca y él un profano que la había robado.
Sus miradas eran llenas de calor y entrega, ella dudaba en cada paso.
La expresión de su rostro era de un hermoso dolor, de ese que llena de ternura al padre que observa el llano de su niña.
El profano, andando por todos los caminos con el permiso de la reina.
Sus manos ivan y venían, estaba feliz. La reina lo permitía.
Fue como un travieso que se coló en un jardín de rosas para robar y deshojar la más hermosa de todas.
Se han robado la muñequita de la niña, y ahora está triste. Ella es hermosa y ahora tiene nuevo dueño.
Uno que no sabe ni merece cuidar una flor. Él es un ladrón. Ella una princesa que lo eligió.
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