Al ver el rostro de mi madre me alegro. Soy un recién nacido y me gusta imitar sus gestos. Su voz es dulce aunque diferente acá afuera. Su calor es mi refugio y mi seguridad ante tantas dudas.
Hay muchas luces que bailan, sonidos y movimientos extraños que me abruman. La voz y las manos de mi padre son duras, decididas. No titubean. Cuando me carga me animo a conocer.
Otros rostros se me acercan hablando lenguas raras, algunos me espantan y otros me dan risa. He encontrado mis manos, son extrañas y difíciles de controlar.
Deja una respuesta