La casa se llenó de luces y colores para la fiesta. Sus brazos de madre eran cadenas cuando abrazaba a su hijo y lo besaba. El pastel, tenía forma de cámara fotográfica, como él lo pidió. Las mesas y las sillas para los amiguitos estaban adornadas con colores verde y azul, sus preferidos.
Todo estaba listo, y se acercaba la hora. Pronto vendría el primer amiguito invitado a tocar esa vieja puerta de madera. El confeti esperaba ser lanzado al viento y las mañanitas esperaban ser cantadas con alegría.
-Toc, Toc toc.
La puerta se abrió y el Sol de la tarde dibujó una siliueta de un hombre alto, que se quedó observando la escena. Hizo anotaciones en una bitácora de manicomio y se fue.
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