Siendo las tres de la tarde, de aquél día, tú y
yo nos conocmimos… Tu mirada era
como un sendero que llevaba al paraíso.
Ese día, mis esperazas de compañía revivieron. Nuestras manos se tomaron sudorosas. De pronto, cuando el tiempo había pasado, me dijiste, no te quiero más.
Marqué ese día en mi mente como el más triste de todos. El más triste. El tiempo de nuevo pasó y mi mente con sus ideas, me acompañó todo el tiempo. Invitádome a hacer muchas cosas. Muchas.
De lo nuestro, aprendí algunas cosas. Algunas.
Deja una respuesta